jueves, 29 de noviembre de 2007

Citando a Paulo Coelho


Esta tarde una amiga me ha hecho llegar un mail, de esos que corren por internet, que me gustaría compartir con vosotros. No lo comentaré, porque creo que se comenta por sí sólo. Su título: "Permaneciendo abiertos al amor", de Paulo Coelho (gracias Luci):

Existen momentos en los que nos gustaría mucho ayudar a quienes amamos, pero no podemos hacer nada: o las circunstancias no permiten que nos aproximemos, o la persona permanece cerrada ante cualquier gesto de solidaridad y apoyo.

Entonces sólo nos resta el amor. En los momentos en que todo es inútil, aún podemos amar - sin esperar recompensas, ni cambios agradecimientos.

Si conseguimos actuar de esta manera, la energía del amor empieza a transformar el universo que nos rodea. Cuando esta energía aparece, siempre consigue realizar su trabajo.

"El tiempo no transforma al hombre. El poder de la voluntad no transforma al hombre. Lo transforma el amor", Dice Henry Drummond.
...
El amor transforma, el amor cura. Pero a veces el amor construye trampas mortales, y termina destruyendo a la persona que decidió entregarse por completo. ¿Qué sentimiento complejo es éste que - en el fondo - es la única razón para continuar vivos, luchando, procurando mejorar?

Sería una irresponsabilidad intentar definirlo; porque, como todo el resto de los seres humanos, yo solamente consigo sentirlo. Se escriben miles de libros, se estrenan obras teatrales, se producen films, se crean poesías, se tallan esculturas en madera o mármol, pero, a pesar de ello, todo lo que el artista puede transmitir es la idea de un sentimiento, pero no el sentimiento en sí mismo.

No obstante, aprendí que este sentimiento está presente en las pequeñas cosas y se manifiesta en la más insignificante de las actitudes que tomamos; por lo tanto, es necesario tener el amor
siempre en mente cuando actuamos o dejamos de actuar.

Coger el teléfono y decir la palabra de cariño que postergamos. Abrir la puerta y dejar entrar a quien necesita nuestra ayuda. Aceptar un empleo. Abandonar un empleo. Tomar la decisión que estábamos dejando para después. Pedir perdón por un error que cometimos y que no nos deja en Paz. Exigir un derecho que tenemos. Abrir una cuenta en el florista, que es más importante que la del joyero. Poner la música bien alta cuando la persona amada esté lejos, pero bajar su volumen cuando se halla cerca.

Saber decir "sí" y "no", porque el amor lidia con todas Las energías del hombre. Descubrir un deporte que pueda ser practicado por ambos. No seguir ninguna receta, ni siquiera Las contenidas en este párrafo; porque el amor requiere creatividad.

Y cuando nada de eso sea posible, cuando lo que resta es apenas soledad, entonces acordarse de una historia que un lector me envió una vez:

"Una Rosa soñaba día y noche con la compañía de las abejas, pero ninguna venía a posarse en sus pétalos. La flor, sin embargo, continuaba soñando. Durante sus largas noches imaginaba un cielo donde volaban muchas abejas que venían a besarla cariñosamente. Así conseguía resistir hasta el día siguiente, cuando volvía a abrirse con la luz del Sol.

Cierta noche, conociendo la soledad de la Rosa, la luna preguntó:
- ¿Tú no estás cansada de esperar?
- Quizás. Pero tengo que seguir luchando.
-¿Por qué?
- Porque si no me abro, me marchitaré."

En los momentos en que la soledad parece destruir toda la belleza, la única manera de resistir es continuar abiertos.

jueves, 22 de noviembre de 2007

El inexorable transcurrir del tiempo

Hace unos días me llegó el siguiente texto por email, titulado "Paciente maduración":
El gran escritor griego Nikos Kazantzakis cuenta que, cuando era niño, se fijó en una crisálida adherida a un árbol, donde una mariposa se preparaba para salir. Esperó algún tiempo, pero como estaba demorando mucho, decidió acelerar el proceso. Comenzó a calentar la crisálida con su aliento. La mariposa terminó saliendo, pero sus alas aún estaban amarradas y terminó por morir poco tiempo después.
“Era necesaria una paciente maduración hecha por el Sol, y yo no supe esperar”, dijo Kazantzakis. “Aquel pequeño cadáver es, hasta hoy, uno de los mayores pesos que tengo en la conciencia. El me hizo entender lo que es un verdadero pecado mortal: forzar las grandes leyes del Universo. Es preciso paciencia, aguardar la hora exacta y seguir con confianza el ritmo que Dios escogió para nuestra vida”.

En ocasiones, anhelamos hasta tal punto llegar a conseguir nuestro objetivo que forzamos las situaciones hasta límites insospechados. Hemos de asumir que el tiempo muchas veces es necesario, y que el tiempo pase no tiene por qué ser algo negativo. Al revés, muchas veces ese tiempo nos permite ver la realidad tal y como es, eliminando aquellos detalles que carecen de importancia ante otros que, si no, nos sería imposible percibir.

Y es que la vida, a veces, no es que nos dé alguna bofetada, sino que nos pega una auténtica paliza. Si nos intentamos sobreponer demasiado rápido, si queremos hacer como que no ha pasado nada, podemos caer en un callejón sin salida. Efectivamente, hay ocasiones en que es necesario dejar que pase el tiempo. Es como cuando nos tumbamos en una camilla para donar sangre: si luego te levantas demasiado rápido, probablemente acabes en el suelo. Es necesario hacerlo poco a poco, adaptándote a la nueva situación.

Y luego está aquello de que "el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra". Pues qué queréis que os diga, no sé como me las apaño, que cada vez que la vida me pone la piedra delante, no tropiezo, no, es que me la trago.

De todas maneras, aunque la vida nos ponga trabas, hay que ser optimista: no conozco a nadie que antes o después no llegue al final del recorrido, al fin y al cabo, todos acabamos igual, ¡y qué nos quiten lo bailao! Como se suele decir, la vida son cuatro días. O como escribió (y cantó) Carlos Goñi: "La vida son cuatro días y yo por el tercero voy. Y ese día que me queda lo soñé para los dos".

PD. Vale, hoy tenía la mente algo dispersa. ¿Qué le vamos a hacer? Y sigo sin escribir el post de presentación... No sé, aún tengo un par de temas más sobre los que escribir en el tintero, así que no sé cuando me presentaré... Y sí, ya cambiaré la foto, que me han dicho que no convence.

martes, 20 de noviembre de 2007

Juan Antonio Cebrián: In memoriam


Hace un mes nos dejó Juan Antonio Cebrián. Como muchos oyentes de su programa, yo me enteré en el mismo momento en que lo anunciaron. Ese sábado, pocos minutos después de la 1 de la noche, sintonicé Onda Cero, como otros muchos sábados. Estaba acabando el boletín. A continuación una voz nos anunció la terrible noticia: Cebrián había fallecido esa misma tarde, de un infarto. Cebrián nos dejó con sólo 41 años de edad. Dejó mujer (Silvia, su compañera no sólo en la vida, sino también en la radio) y un hijo de 4 añitos, Alejandro.

Cuando lo anunciaron no me lo podía creer. Pensé que era una broma macabra. ¿Cómo nos podía haber dejado Cebrián después de tanto tiempo, y con todo lo que aún nos quedaba por aprender de él? Me fui al ordenador y me empecé a conectar a foros, webs, blogs... Pues sí, era cierto, incluso Onda Cero había colgado el comunicado que habían leído en antena minutos antes. La verdad, es que me quedé escuchando el programa que emitieron en sustitución del suyo hasta el final, hasta las 4 de la madrugada. Aún tenía la esperanza de que en algún momento apareciera Cebrián contándonos que todo había sido una broma, pesada de las que más, pero una broma, y que por tanto seguía con nosotros. Llegaron las 4 y decidí irme a dormir.

A la mañana siguiente lo primero que hice fue conectarme a internet. Quería creer que lo ocurrido la noche anterior había sido una terrible pesadilla. Pero no. Ahí estaban los titulares: "Fallece el locutor radiofónico Juan Antonio Cebrián", se podía leer en varios medios. Empecé a buscar y buscar, y encontré varios sitios donde estaban enviando mensajes de condolencia. Así descubrí el foro de su programa La Rosa de los Vientos. Un foro que se llenaba de mensajes, primero de incredulidad, luego de desazón y de desesperación, finalmente de recuerdo y de apoyo a toda la familia rosaventera, y en especial a Silvia y Alejandro. Los iba leyendo uno tras otro, apenas podía. Por momentos las lágrimas me impedían continuar leyendo, y eso que no soy precisamente de lágrima fácil. Alguien puede pensar que al fin y al cabo no era más que una voz de una persona a quien ni siquiera conocía personalmente... sí, pero una voz que me ha acompañado muchos ratos, muchas madrugadas durante los últimos 15 o 16 años (ya ni me acuerdo).

Durante esa mañana descubrí que no estaba sólo. Muchas personas como yo lo estaban pasando mal. Enviaban mensajes a foros (en un par de semanas se superaron las 120 páginas de mensajes), realizaban montajes de imágenes y los colgaban en youtube, escribían entradas en blogs... De todos ellos surgía una idea: el programa debía continuar.

Y así ha sido. El equipo de La Rosa de Los Vientos continúa con el programa, con Silvia al frente como directora, ahora en solitario, y con el mismo equipo que durante los últimos años han acompañado a Juan Antonio Cebrián. Y que sigan por muchos años más. Los rosaventeros seguiremos a su lado.

Juan Antonio, allá dónde estés, seguro que estás "contento y feliz, como una lombriz", como siempre nos saludabas en cada programa. Hasta siempre, maestro.


PD. Prometo que este blog no será triste ni lacrimógeno. Pero hace "casi" un mes que quería escribir esto, y qué mejor que hacerlo como primer post del blog. En la siguiente entrada ya haré una presentación más convencional, explicando el por qué del título (aún me lo tengo que explicar a mí mismo), la correspondiente declaración de intenciones (si es que tengo intención de hacer algo, que aún está por ver) y todas esas cosas que se suelen escribir como primer post de un blog.