El gran escritor griego Nikos Kazantzakis cuenta que, cuando era niño, se fijó en una crisálida adherida a un árbol, donde una mariposa se preparaba para salir. Esperó algún tiempo, pero como estaba demorando mucho, decidió acelerar el proceso. Comenzó a calentar la crisálida con su aliento. La mariposa terminó saliendo, pero sus alas aún estaban amarradas y terminó por morir poco tiempo después.
“Era necesaria una paciente maduración hecha por el Sol, y yo no supe esperar”, dijo Kazantzakis. “Aquel pequeño cadáver es, hasta hoy, uno de los mayores pesos que tengo en la conciencia. El me hizo entender lo que es un verdadero pecado mortal: forzar las grandes leyes del Universo. Es preciso paciencia, aguardar la hora exacta y seguir con confianza el ritmo que Dios escogió para nuestra vida”.
En ocasiones, anhelamos hasta tal punto llegar a conseguir nuestro objetivo que forzamos las situaciones hasta límites insospechados. Hemos de asumir que el tiempo muchas veces es necesario, y que el tiempo pase no tiene por qué ser algo negativo. Al revés, muchas veces ese tiempo nos permite ver la realidad tal y como es, eliminando aquellos detalles que carecen de importancia ante otros que, si no, nos sería imposible percibir.
Y es que la vida, a veces, no es que nos dé alguna bofetada, sino que nos pega una auténtica paliza. Si nos intentamos sobreponer demasiado rápido, si queremos hacer como que no ha pasado nada, podemos caer en un callejón sin salida. Efectivamente, hay ocasiones en que es necesario dejar que pase el tiempo. Es como cuando nos tumbamos en una camilla para donar sangre: si luego te levantas demasiado rápido, probablemente acabes en el suelo. Es necesario hacerlo poco a poco, adaptándote a la nueva situación.
Y luego está aquello de que "el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra". Pues qué queréis que os diga, no sé como me las apaño, que cada vez que la vida me pone la piedra delante, no tropiezo, no, es que me la trago.
De todas maneras, aunque la vida nos ponga trabas, hay que ser optimista: no conozco a nadie que antes o después no llegue al final del recorrido, al fin y al cabo, todos acabamos igual, ¡y qué nos quiten lo bailao! Como se suele decir, la vida son cuatro días. O como escribió (y cantó) Carlos Goñi: "La vida son cuatro días y yo por el tercero voy. Y ese día que me queda lo soñé para los dos".
PD. Vale, hoy tenía la mente algo dispersa. ¿Qué le vamos a hacer? Y sigo sin escribir el post de presentación... No sé, aún tengo un par de temas más sobre los que escribir en el tintero, así que no sé cuando me presentaré... Y sí, ya cambiaré la foto, que me han dicho que no convence.
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